La Terapia Cognitivo Conductual está diseñada para explorar la relación entre los pensamientos, los sentimientos y la conducta de una persona. En un número no muy grande de sesiones estructuradas, el médico o terapeuta calificado en este tipo de psicoterapia ayuda al paciente a enfrentar poco a poco sus miedos (a las alturas, a las situaciones sociales, a los insectos, etc.); a desprenderse de tendencias compulsivas irracionales (lavarse las manos repetidamente, revisar constantemente las cerraduras, las manijas de la estufa, etc.); a descubrir patrones insanos de pensamiento (“no sirvo para nada”, “nadie me puede querer”) que pueden ser la causa de conductas autodestructivas y, en general, a reconocer las creencias e ideas inadecuadas o negativas que le impiden enfrentar con claridad las situaciones estresantes, para sustituirlas por formas positivas de actuar y pensar que permitan responder a esas situaciones de manera efectiva.
Aunque es también una terapia de conversación, como la psicoanalítica y el psicoanálisis, la TCC no relaciona los problemas actuales del paciente con el pasado, sino que se centra en las situaciones concretas que preocupan al paciente en el momento en que decide ir a terapia y en los pensamientos, las emociones, las sensaciones físicas y las conductas que se asocian con esas situaciones.
Está comprobado que la TCC complementa con toda eficacia el tratamiento psiquiátrico de la ansiedad (incluidos los ataques de pánico y las fobias), la depresión reactiva (duelo, divorcio, pérdida del empleo, etc.), el trastorno por estrés postraumático, el trastorno obsesivo compulsivo y los trastornos de la alimentación.
RENÉ MAGRITTE. El arte de la conversación.