La vida II
Decíamos que habría que reformular algunas de las hipótesis freudianas para adaptarlas a la biología del siglo XXI, a sabiendas de que no pocas de sus premisas han sido validadas científicamente por métodos no psicológicos. Pongo solo tres ejemplos:
- El pensamiento inconsciente como diferenciado del consciente, del que dan testimonio las técnicas de visualización de la actividad cerebral así como los hallazgos en neurociencias que sugieren que el cerebro no solo recibe información sensorial, sino que también registra información en un nivel celular inconsciente. Estas prácticas e investigaciones han producido evidencia suficiente para reconocer dos sistemas cognitivos diferentes, uno llamado “implícito” que sucede de forma automática e inconsciente a través del condicionamiento, y otro explícito o consciente, que nos permite guardar en la memoria información autobiográfica y conocimientos fácticos. Son ambos los que modulan y dan forma a nuestras experiencias, percepciones e interacciones con el mundo que nos rodea.
- Las terribles consecuencias que tienen en el desarrollo de la personalidad y en la patogénesis las experiencias estresantes infantiles, como la violencia, el abuso, la enfermedad y las malas relaciones familiares, no necesariamente asociadas con predisponente genéticos.
- La tendencia (compulsión) a la repetición de patrones de conducta, tan característica de algunos trastornos psiquiátricos, que las neurociencias han identificado como el fortalecimiento de algunos de los mecanismos sinápticos que favorecen la memoria frente al aprendizaje.
Son premisas freudianas de este tipo las que siguen pareciendo necesarias para avanzar en la comprensión de lo que motiva la conducta humana en distintos niveles y cómo se organiza en cada uno de nosotros, desde muy temprano, una duradera jerarquía de motivaciones que determinará en buena parte nuestra forma de vida.
En la próxima entrega profundizaremos en la teoría de la motivación freudiana.
PABLO PICASSO. La alegría de vivir.