REFLEXIONES DESDE LA PSIQUIATRÍA Y EL PSICOANÁLISIS. Los daños colaterales de la inmadurez emocional

 

Decimos de una persona que es emocionalmente madura cuando ha alcanzado un nivel de crecimiento y desarrollo a partir del cual ha ido enriqueciendo su personalidad con todos o casi todos los siguientes rasgos:

  • Aceptarse a sí mismo, a los otros y a las cosas tal como son.
  • Saber lo que se quiere y reconocer las limitaciones propias.
  • Ser capaz de adaptarse a los cambios y procesar adecuadamente los factores estresantes de la vida cotidiana.
  • Poder dirigir la energía hacia cuestiones creativas.
  • Preferir el dar al recibir.
  • Ejercer la capacidad de amar.
  • Responsabilizarse de terceras personas.

Por eliminación, las personas emocionalmente inmaduras se caracterizan por su tendencia a evadir los problemas y no ver la realidad; suelen ser inconstantes, poco confiables, más emocionales que racionales, con poca tolerancia al estrés y deseosos de ser siempre el centro de atracción.

Cuando tienen hijos, las personas emocionalmente inmaduras son por lo general distantes, egocéntricos, carentes de empatía, inestables, impredecibles; priorizan sus necesidades frente a las de los demás y no son capaces de compartir ni la felicidad ni la tristeza de los otros, en especial, de los hijos; compensan muchas veces la inestabilidad con rigidez y estrechez de criterio, mientras que en otras ocasiones no se interesan en poner límites y terminan invirtiendo los roles con los hijos.

Crecer con padres emocionalmente inmaduros obliga por lo general al crecimiento anticipado de alguno de los menores, que acaba convirtiéndose en padre subrogado de los hermanos. Pero esa maduración temprana no libera al hijo o a la hija de las sensaciones de soledad, inseguridad y vacío emocional causados por el comportamiento parental. En la vida adulta, esos hijos que no vieron satisfechas sus necesidades emocionales infantiles podrán tener a su vez problemas de estabilidad emocional, malas relaciones de pareja, carencia de límites en cuanto al alcohol, al juego, a las drogas, al sexo, además de los tan frecuentes trastornos de ansiedad y depresión que se originan en la infancia, en el seno familiar.

 

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EDUARDO ÚRCULO. La familia

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