Vamos a concluir esta serie con dos formas de conducta, reunidas actualmente bajo el rubro de trastorno de la personalidad disocial (CIE 10) o trastorno de la personalidad antisocial (DSM 5), que caracterizan a los llamados psicópatas y sociópatas.
Se trata de trastornos que resultan tanto de predisposiciones genéticas como de factores ambientales, aunque algunos autores prefieren hablar de psicopatía cuando hay un predominio hereditario, y de sociopatía cuando la conducta antisocial es resultado ya sea de una lesión cerebral, o bien, de factores ambientales negativos, como el abandono por parte de los padres, el abuso sexual infantil, o la vecindad con delincuentes.
De los psicópatas se sabe que carecen de empatía, no son capaces de establecer relaciones sanas de pareja, no sienten amor por los hijos, aunque pueden fingirlo para manipularlos, y no tienen conciencia de culpa. Los sociópatas,por su parte, pueden ser empáticos y establecer relaciones y, en muchos casos, racionalizan sus conductas antisociales más que carecer de capacidad de distinguir entre el bien y el mal. Pero unos y otros, psicópatas y sociópatas, se distinguen a partir de los 15 – 18 años por incumplir las normas sociales y las leyes, mentir repetidamente, practicar la estafa para su provecho o por el placer de hacerlo; son impulsivos, irritables, agresivos, imprudentes e irresponsables.
La pura descripción nos permite imaginar que crecer con padres antisociales tiene repercusiones emocionales, cognitivas y sociales. El hijo o la hija que está genéticamente predispuesto, al igual que aquel criado en un ambiente antisocial, está en altísimo riesgo de desarrollar la misma estructura de personalidad, ejercer violencia, en especial contra la pareja; abusar sexualmente de otras personas, emplear armas, traficar drogas y realizar otras conductas igualmente delictivas.
ZE CARRIÓN. En la tabacalera