RESILIENCIA IV

Hasta donde hemos visto y a falta de programas de salud pública que indiquen lo contrario, parecería que la resiliencia es un factor de protección contra los trastornos mentales absolutamente clasista. Como en tantas otras áreas de la vida cotidiana, es más fácil que se recuperen de las adversidades los miembros de familias estructuradas, con educación superior, estabilidad económica, etc., que los que carecen de esos bienes a los que en una sociedad igualitaria todos tendríamos derecho. Por supuesto hay excepciones a la regla: ni los genes ni los neurotransmisores saben de clases y pueden ser igualmente susceptibles de ceder ante el trauma y rendirse al sufrimiento sin más. También tiene algo de excepcional el hecho de que, sin importar su status,  en los pacientes esquizofrénicos logran mejorar sensiblemente sus niveles de funcionalidad mediante las técnicas que emplea la psicología positiva, asociadas con la resiliencia, como el fortalecimiento de la autoimagen, el autocontrol, el reconocimiento de la relación entre pensamientos y acciones etc.

Hace muchas décadas que los países desarrollados cuentan con programas preventivos y de atención de prácticamente cualquier tipo de emergencia que afecte a una comunidad, como desastres naturales o provocados, epidemias, accidentes aéreos o ferroviarios etc., bajo la premisa de que es necesario que la comunidad resista el daño sin perder funcionalidad y readaptándose prontamente a la normalidad o, incluso, a una “nueva normalidad”.  Algunos de esos países, que tienen guerras fuera de su territorio, enfrentan un nuevo enemigo, el terrorismo, frente al que, decía Obama, no hay que sentir pánico, sino ser resiliente.

En un país como el nuestro, insuficientemente protegido por políticas públicas adecuadas, la asistencia inmediata en una emergencia proviene generalmente de un amigo, un compañero de trabajo, un familiar o un transeúnte que nos advierte necesitados de atención emocional y/o física en tanto víctimas de un accidente, un desastre natural, la delincuencia organizada o la violencia urbana.

 

VLADÍMIR KUSH. Nogal

Enviar comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.