Trastorno esquizotípico de la personalidad. Se caracteriza por un patrón dominante de malestar agudo y poca capacidad para mantener relaciones estrechas. El paciente esquizotípico tiene distorsiones cognitivas o perceptivas, incluidas las ilusiones corporales; su conducta, habla y aspecto son excéntricos o peculiares; tienen también creencias extrañas y proclividad al pensamiento mágico, incluida la clarividencia, el “sexto sentido”, la telepatía, etc.
Trastorno narcisista de la personalidad. Su característica principal es una enorme necesidad de admiración, junto con poca o nula empatía por los otros. Tanto en la fantasía como en la acción, a la persona narcisista la dominan la sensación de grandeza, la prepotencia y la certeza de que tiene derecho a explotar a los demás.
Trastorno de la personalidad antisocial. Una persona con este tipo de trastorno no cumple con las normas sociales; no respeta los derechos de los otros; sistemáticamente miente, traiciona o engaña, sin sentir remordimiento alguno. Sus acciones, siempre impulsivas, pueden llegar a ser constitutivas de delito.
Trastorno de la personalidad evitativa. Quienes lo padecen son socialmente inhibidos, muy sensibles a la crítica y dominados por una sensación permanente de inadecuación. Llegan a relacionarse solamente con aquellas personas que les hacen sentirse aceptados, pues al sentirse socialmente inferiores creen de antemano que van a ser rechazados.
Trastorno de personalidad dependiente. El patrón característico de quien sufre este trastorno es la necesidad permanente de que se le proteja y se le cuide, lo que lleva a la persona a ser sumisa y exageradamente apegada, a no poder tomar decisiones si no recibe previamente consejo y aprobación de los otros y, si se encuentra sola, a sentirse dominada por una sensación de indefensión, por temor a no poder cuidar de sí misma.

MADRASA SHER-DOR, SAMARCANDA, UZBEKISTÁN.
				
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